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miércoles, 12 de febrero de 2014

El esencialismo de Platón y la teleología de Aristóteles como obstáculos filosóficos en el desarrollo del pensamiento evolutivo en la historia de la biología


Ferney Yesyd Rodríguez Vargas
Docente de Biología. 
Estudiante de Maestría en enseñanza de las ciencia exactas y naturales. Universidad Nacional de Colombia.

Durante el desarrollo de la biología como ciencia se han presentado algunas ideas filosóficas que han permeado esta ciencia y que han frenado el desarrollo de nuevas áreas de conocimiento. Los grandes filósofos de la antigüedad clásica: Aristóteles y Platón crearon el marco filosófico en el que se desarrolló, o se estancó el saber, durante gran parte de la historia de Occidente. Esta situación no fue exclusiva de la biología y hay una interesante historia de cómo se dieron batallas intelectuales que se relacionaban con el lugar del hombre en la naturaleza y el Cosmos, la importancia de la especie humana y la naturaleza del cambio en los organismos.

Platón y Aristóteles no fueron los primeros filósofos del mundo occidental, pero si los que dejaron una marcada huella por muchos siglos en el pensamiento sobre la naturaleza. Antes que ellos, los presocráticos crearon una filosofía en la que se planteó que el mundo se podía explicar por medio de relaciones de causa-efecto de índole natural. El primero de ellos fue Tales de Mileto. Otros filósofos que optaron por explicaciones naturales fueron Anaximandro, Anaxágoras, Demócrito, entre otros.
Estos pensadores jonios se conocen como “presocráticos” Respecto al papel en la historia de la filosofía de los filósofos previos a Sócrates, Platón y Aristóteles, el físico Carl Sagan (1980) apunta que:
En los libros de historia de la filosofía se suelen clasificar como “presocráticos”  a los grandes científicos, desde Tales hasta Demócrito y Anaxágoras, como si su misión principal hubiese consistido en ocupar la fortaleza filosófica hasta la llegada de Sócrates, Platón y Aristóteles, y quizás influir algo sobre ellos. De hecho los antiguos jonios representan una tradición diferente y muy contrapuesta, una tradición que está más de acuerdo con la ciencia moderna. Su influencia se ejerció en modo intenso solamente durante dos o tres siglos, y esto fue una pérdida irreparable para todos los hombres que vivieron entre el Despertar jonio y el Renacimiento italiano (p. 82).

Del esencialismo de Platón al pensamiento poblacional de Darwin

Según Whitehead (1929) con Platón (ca. 427-347 a. C.) la filosofía alcanzó su identidad como disciplina.  La teoría del conocimiento de Platón es dualista. Hay un dualismo ontológico (relativo al ser) al plantear dos mundos: Uno sensible, empírico que es tan solo apariencia, y un mundo inteligible, de las ideas que es la auténtica realidad. Platón también planteó un dualismo gnoseológico (relativo al conocimiento) en el que por un lado hay opiniones fundamentadas sólo por los sentidos corporales y por otra parte un conocimiento verdadero fundamentado en la razón.

La afirmación de que las cosas se pueden conocer realmente solo a través del mundo de las ideas conllevó a la búsqueda filosófica de la esencia de las cosas para poder ser conocidas. El esencialismo filosófico pretende que la esencia precede la existencia.

Sober (1996) define el esencialismo como “un enfoque filosófico estándar acerca de las clases naturales. Sostiene que todas las clases naturales pueden definirse en términos de las propiedades que poseen todo los miembros de esa clase y sólo ellos.” (p.237)

Según esto, el elemento plata es plata porque posee un número atómico de 47. Esta característica es una propiedad necesaria y suficiente para pertenecer a la clase “plata”. El hecho de ser plateado no es un una propiedad única del elemento plata, así como no lo es el de ser buen conductor del calor o la electricidad ya que estas últimas características no le son exclusivas.

Esto lleva a concluir que si bien los integrantes de una clase natural pueden tener cierto cambio, la clase misma poseen una naturaleza (una esencia) que no varía. Es más, las variaciones que se pueden observar son la manifestación de los reflejos imperfectos de las esencias constantes que subyacen a cada clase.

El esencialismo como idea filosófica imperante hizo difícil contemplar la posibilidad del cambio evolutivo como fenómeno de la naturaleza. Por ejemplo, cuando en el siglo XIX se amplió el número de fósiles que atestiguaban la existencia de especies extintas algunos naturalistas postularon la posibilidad que se tratase de creaciones independientes. Dentro de tales naturalistas se encontraba el paleontólogo y anatomista Louis Agassiz (1809-1873), quien planteó que debieron haberse presentado unas cincuenta creaciones desde la formación de la Tierra.

La influencia del esencialismo era y es muy grande porque está asentada en nuestro lenguaje. “Caballo” es un único sustantivo que nos permite referirnos a un tipo de animal. En el pensamiento esencialista un animal es un caballo si posee la esencia propia del ser caballo. No obstante, no todos los caballos son iguales. Hay diferencias genotípicas y fenotípicas entre todos los caballos. Bien podemos denominar a un pony o a un percherón como “caballo”, pero no todo el mundo estaría de acuerdo en aplicar la misma palabra al antiguo Propalaeotherium, un animal que medía 30 a 60 centímetros hasta el hombro, con unos 10 kilogramos de masa y cuatro dedos en cada pata con pezuñas pequeñas. Los  Propalaeotherium hacen parte del linaje de los caballos como lo muestran muchos rasgos dentales y del esqueleto. Pero es poco probable que una persona ajena a la paleontología le diese a un Propalaeotherium el término de caballo en el hipotético caso que se encontrase en su camino a uno de estos.

En biología el esencialismo trajo como consecuencia ver las especies como entes fijos e inalterables. Los naturalistas anteriores a Charles Darwin (1809-1882) se fijaron en las especies tomando estas como clases o tipos de organismos siguiendo la tradición judeocristiana. Esta tradición sostenía que el dios de la biblia había creado los animales de forma tal en el que la idea, la esencia, precedió a la existencia. Narra el Génesis que “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así.”

Hablando de la idea de la creación bíblica el biólogo Douglas Futuyma (1986) apunta que: “…ésta también incorpora el esencialismo platónico en el concepto de plenitud (Lovejoy, 1936). Las esencias eternas e inmutables de todas las cosas existen en la mente de Dios.” (p. 3)

William Whewell, quien fuese un historiador de la ciencia y también un ministro anglicano en el siglo XIX afirmo en “La filosofía de las ciencias inductivas” que “Las especies tienen una existencia real en la naturaleza y la transición de unas a otras no existe” (1840, vol.3, p. 626).

El pensamiento esencialista conlleva a pensar en las clases en lugar de los individuos.  La novedad en el pensamiento de Darwin estuvo al reconocer las diferencias existentes entre los diferentes integrantes de una especie. Darwin no vio en esas diferencias aberraciones a un plan o a una esencia, sino un aspecto natural que incorpora la diversidad.

Los trabajo de Darwin sobre las variedades domesticadas de palomas y de hortalizas le hizo consiente de la importancia de la variedad individual y que cada organismo de reproducción sexual es único. La barrera impuesta por el esencialismo entre las especies se empezará a caer cuando en su viaje en el Beagle intuya relaciones entre especies fósiles y las actuales, así también entre especies actuales, tal como halló en las islas de las Galápagos entre sinsontes, pinzones y tortugas Galápagos y el hallazgo previó de un nematodo terrestre en Tasmania.

El paleontólogo Niles Eldredge (2008) reflexionando sobre los hechos precisos que conllevaron al cambio de mentalidad esencialista afirmó que:

El incidente del gusano plano (tan extenso como fue) marca la primera vez que Darwin se ve atrapado analizando explícitamente las afinidades zoológicas de una especie que ha recogido. Por lo menos, desde la época de Linneo a mediados del siglo XVIII, los zoólogos (y sus contrapartes botánicos) habían aceptado la existencia de "grupos naturales" y habían reconocido que algunos de esos grupos muestran una mayor "afinidad con" o "relación con" un grupo en lugar de otro: roedores, como los castores y ratones, por ejemplo, parecían ser un grupo natural, al igual que los carnívoros (como los lobos y gatos), sin embargo, todo parecía pertenecer al mismo grupo de naturales Estos fueron anidados como "mamíferos". Las agrupaciones ("taxones") de especies cada vez más relacionadas que forman la jerarquía de Linneo. Darwin se enfoca en estos grupos -y en particular en aquellos cuya área de distribución geográfica parecía restringida a Sudamérica – y se extendió con sus experiencias formativas tanto con fósiles y las especies que viven en Bahía Blanca, en la Patagonia, entre septiembre y octubre de 1832. No puede haber ninguna duda de que esta primera visita a Bahía Blanca fue tan importante para el desarrollo del pensamiento de Darwin como su visita mucho mejor conocida y celebrada a las Islas Galápagos casi tres años después, en septiembre y octubre de 1835. (p. 37)

El impacto de la fauna de las islas Galápagos en el pensamiento de Darwin es ampliamente conocido. Una pista que ayudó a Darwin a desterrar el esencialismo, la inmutabilidad de las especies y a plantear el origen común de las especies fueron los especímenes de aves de las islas Galápagos. De hecho, muchas personas piensan que tan pronto Darwin vio las diferentes especies de pinzones de las Galápagos, llegó a deducir la teoría de la descendencia con modificación. En realidad, el naturalista no vio nada de eso: tampoco llegó a clasificar los especímenes de pinzones en especies o por islas. Cosa que sí hizo en el caso de otro grupo de aves, los sinsontes (género Nesomimus, familia Mimidae). No fue sino hasta marzo de 1837, en una visita que Darwin hizo en Londres al ornitólogo John Gould, que el naturalista inglés fue informado por Gould que los ejemplares de pinzones que había capturado en tres de las islas Galápagos representaban cuando menos tres especies diferentes, quizás trece. En realidad había trece especies de pinzones o ruiseñores (de los géneros Geospiza, Camarhymchus, y Certhidea) que no existían en ninguna otra parte del mundo y que tenían adaptaciones muy particulares en sus picos. Fue en la mesa de un laboratorio de ornitología, donde Darwin afianzó la idea que nuevas formas de organismos se pueden diversificar a partir de una inicial.
El biólogo e historiador de la ciencia Ernst Mayr (1991) puntualizó que:

El genio de Darwin corresponde el haber visto que esta unicidad de cada individuo no está limitada a la especie humana, sino que también se cumple en todas las especies de animales y plantas con reproducción sexual. De hecho, el descubrimiento de la importancia del individuo se convirtió en la clave de la teoría de Darwin de la selección natural. Al final, el resultado fue la sustitución del esencialismo por el pensamiento poblacional, que subraya la unicidad del individuo y el papel crucial de la individualidad en la evolución. Darwin ya no se preguntaba, como lo había hecho Agassiz, Lyell y los filósofos. “¿Qué es bueno para la especie?”, sino, “¿Qué es bueno para el individuo?”  (Ghiselin, 1969). Y la variación, que había sido irrelevante y accidental para los esencialistas, se convirtió ahora en uno de los fenómenos cruciales de la naturaleza viva. (p. 55)

Bajo el paraguas del esencialismo el naturalista sueco Carlos Linneo (1707-1778) realizó su trabajo de la clasificación de los seres vivos en especie, género, familia, orden, clase, filo o división y reino. “Dios creó, Linneo organizó", decía el naturalista sueco. Linneo era un convencido creacionista. No obstante él se dio cuenta que las características anatómicas de los simios, monos y humanos eran suficientes para encasillarlos en el orden de los primates. Esto le valió el ataque de algunos naturalistas (Bowler 1984).

La pérdida de influencia del esencialismo también tendría consecuencia en otra idea filosófica. Parte de la “esencia” del ser humano era posesión de un alma. Esto hacía pensar que no era posible la formación del hombre a partir de otro animal. De hecho los esencialistas no lo habrían planteado así, habrían dicho que no es posible la transición del animal al hombre. Señalando una clara, pero ahora sabemos que falsa, separación entre el hombre y el resto de los animales en dos clases diferentes. Esa separación sigue presente en nuestros días en el lenguaje corriente.

Acreche, Carucho y Albeza (2005) mencionan que: “La relación del hombre con el resto de los seres vivientes no fue encarada en términos evolucionistas sino hasta el siglo XVIII en el que Lamarck sugirió que los humanos descendían de primates. (p. 34)

Después de la propuesta de Lamarck y de la obra de Thomas Henry Huxley “El lugar del hombre en la naturaleza”, Darwin aborda el tema del origen del hombre en "La descendencia del hombre". En esta Darwin llega a sostener que la diferencia entre la inteligencia de los seres humanos y la de muchos animales era cuestión de grado y no de clase. Con ella se asienta en golpe del pensamiento evolucionista sobre el antropocentrismo, que gurda relación con el esencialismo, pero ya en lo concerniente a lo que define al hombre.

No obstante del derrocamiento de Darwin al esencialismo el pensamiento poblacional no ha sido totalmente asimilado. (Dennet, 1996). En parte, esto puede ser así porque al parecer la mente humana ha evolucionado de manera que clasifica los objetos en clases. Moreno (2010) dice que:

Aunque está muy extendida la idea de que el esencialismo es un producto de la cultura, los psicólogos del desarrollo como Susan Gelman (2003) o Paul Blomm (2004) han demostrado que bebés de 9 meses comprenden que objetos de la misma categoría comparten propiedades ocultas. (p. 38).

Así pues Moreno indica que la mente de los niños es naturalmente esencialista. Otros estudios muestran que un elemento común en todas las culturas es el de hacer clasificaciones. De hecho en biología se posee un sistema de clasificación que permite clasificar los organismos como pertenecientes a una especie, y ese especie en taxones jerárquicos cada vez mayores. Estas clasificaciones son útiles, pero no se debe perder el hecho que las especies son dinámicas. Esto ha llevado a plantear el problema de la especie. ¿Dónde está el límite cronológico de una especie en un proceso que es gradual?

Elliot Sober reflexiona sobre las especies de la siguiente manera:

Las semejanzas y diferencias entre organismos constituyen datos  que se usan para determinar si pertenecen o no a la misma especie, pero una especie no se define por un conjunto de rasgos. En pocas palabras, los biólogos tratan las especies como entidades históricas (Wiley, 1981). No conceptualizan las especies como clases naturales. (p. 242)

El hecho que las especies son entes históricos y que estos entes no son estáticos y que no hay una esencia inalterable en ellas debe tenerse en cuenta a la hora de comprender el proceso evolutivo. Un caso lo podemos encontrar en la paleoantropología. Por ejemplo, se ha debatido si el espécimen conocido por el cráneo OH7 y clasificado como Homo habilis pertenece “realmente” al género Homo o debería clasificarse mejor en el género Australopithecus. Muchos creacionistas modernos han sacado esta discusión académica para atacar la evolución. No obstante, este tipo de hechos es lo que se espera encontrar en un proceso que es cambiante y gradual. Es similar a poner límites en un gradiente de color.

La revolución científica propulsada por Darwin permitió pasar del pensamiento esencialista a un pensamiento poblacional y esto permitió plantear la evolución biológica y su posterior estudio. El ecólogo Juan Moreno menciona que:

El esencialismo puede ser necesario para estudiar el mundo orgánico pero no debe convertirse en un obstáculo para comprender su evolución ni la justificación de la búsqueda de esencias dónde no las hay.
Para apreciar la evolución darwiniana hay que desembarazarse primero de nuestro esencialismo instintivo y de nuestra pasión clasificatoria. Como ha señalado Godfrey-Smith (2009) en su brillante defensa de la visión poblacional del Darwin:
“Una población es un objeto físico, unido por su linaje y otras relaciones causales, internamente variables en cada momento y cambiantes en el transcurso del tiempo. En la medida en que los organismos se pueden incluir en “clases” bien definidas y reconocibles a las que podemos poner nombres de especie, ello solo es la consecuencia contingente de procesos poblacionales. Una clase bien definida puede dividirse o disolverse desde mañana si las condiciones locales empujan en esa dirección”.
En otras palabras, lo fundamental para la evolución son las poblaciones, no son las clases en las encasillamos los organismos. (p. 40)

De la teleología de Aristóteles a la selección natural de Darwin

Para el filósofo griego Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.), alumno de Platón, para entender cualquier ente debemos estudiar cuatro aspectos (causas) fundamentales: la causa material o aquello de lo que está hecho algo; la causa formal o aquello que un objeto es; la causa eficiente o aquello que ha producido ese algo; y la causa final o aquello para lo que existe ese algo, a lo cual tiende o puede llegar a ser.

La teleología hacer referencia al estudio de propósitos o fines de algún objeto o algún ser. También se utiliza el término para referirse a la doctrina filosófica de las causas finales.

Sober (1996) apunta que: “La física de Aristóteles, como el resto de su visión de la naturaleza estaba saturada de teleología. Aristóteles pensaba que las estrellas, no menso que los organismos, habían de entenderse como sistemas dirigidos a un objetivo.” (p. 144)

Para Aristóteles un telos interno llevaba a los objetos pesados a caer. Ese mismo telos llevaba a todas las adaptaciones biológicas a tener un propósito una finalidad. Sobre los fenómenos naturales el filósofo de Estagira afirmó: “La naturaleza no hace nada en vano”. Sobre los organismos también comentó que “Si la naturaleza no hace nada incompleto ni hace nada en vano, la inferencia debe ser que ha hecho a todos los animales en beneficio del hombre” (Política, 1, 8, 1256)

La pata excavadora de un topo era vista como una adaptación para cavar y se invocaba la causa eficiente de esta estructura a un dios omnisapiente que la había diseñado y dotado de propósito, el de servir “para” cavar.

Con la llegada de Darwin, no solo se plantea la evolución como un hecho de la naturaleza sino que el naturalista británico hace un gran esfuerzo en hallar el mecanismo que explicase que impulsaba la evolución. Hay que recordar que antes de la explicación darwinista de la evolución ya Lamarck había propuesto la evolución, y la había popularizado en Europa, pero la falta de un mecanismo firme que la explicase había hecho que Darwin fuese muy exigente con su propia teoría de evolución biológica.
La novedad en el trabajo de Darwin es que encuentra un mecanismo, a la par que el naturalista Alfred Wallace, que da razón de las adaptaciones de los organismos. Ese mecanismo es la selección natural. Sadava (2009) define la selección natural como “la contribución diferencial de la descendencia a la próxima generación mediante varios tipos genéticos  que pertenecen a la misma población” (p.489)

La selección natural consistente en la supervivencia y la reproducción entre genotipos diferentes, o hasta en genes diferentes, en lo que podríamos llamar el éxito reproductivo. Un genotipo es un grupo de organismos que comparten un conjunto genético específico.

En una población, de escarabajos que viven en la hojarasca, por ejemplo, aquellos con coloraciones más marrones similares a las hojas secas tendrán mejores posibilidades de sobrevivir a las aves que se alimentan de escarabajos. Los individuos con características más convenientes al entorno donde se hallan dejarán más descendencia y así la población cambiará. Nótese que la selección en un medio de hojas secas favorece a un tipo de individuos diferentes a los que se seleccionarían entre las hojas verdes. Esto permite concluir que la selección natural – que en últimas produce la adaptación del camuflaje, en este caso- es un proceso ciego. Un proceso que carece de teleología.

En palabras de Darwin: "Metafóricamente puede decirse que la selección natural escudriña, cada día y cada hora, por todo el mundo, las más ligeras variaciones: rechaza las que son malas, conserva y acumula las que son buenas…" (p. 118)

El pensamiento poblacional ya adoptado por Darwin y el hecho de había descubierto que de vez en cuando aparecían variaciones y que estas podían pasar a las generaciones futuras abonaron el camino para que Darwin llegara a la selección natural. "La selección natural actúa solamente mediante la conservación y acumulación de pequeñas modificaciones heredadas, todas ellas heredadas para el ser conservado."  (p.128)

La teoría previa de Lamarck explicaba el cambio como resultado de un deseo interno y que una tendencia de uso o desuso pasaba a la generación siguiente. Darwin postuló que las variaciones aparecían previamente y luego estas entraban a interactuar con el ambiente generándose entonces la reproducción diferencial. Darwin no tenía idea de la existencia de los genes, mucho menos de las mutaciones en estos, que hoy en día nos permiten darle un sustento genético a la variedad sobre la que actúa la selección natural.

Darwin abandonó la teleología en biología y propuso que la evolución no tiene una meta final: “me parece que no existe más designio preconcebido en la variación de los seres orgánicos y en la acción de la selección natural que en la dirección del viento” (p.239).

La selección natural permitió explicar los organismos y sus adaptaciones de manera naturalista, sin necesidad de invocar un ser sobrenatural, que era siempre dios. Después de la publicación de el Origen (1859) muchos filósofos platearon que la evolución era en si teleológica porque llevaba en si una “tendencia” a la mejora o la perfección. Esta concepción está presente en muchas personas que consideran que la evolución es un proceso con finalidad. Consideran que el humano es el resultado cumbre de este proceso. Pero esto ni lo propuso Darwin ni se puede sostener con base en la información conocida.

Sobre la finalidad o propósito de la naturaleza en general. Mayr (2006) afirma que:

No hay una teleología cósmica; no hay una tendencia en el mundo hacia el progreso o la perfección. Cualesquiera cambios o tendencias en el Cosmos que se observen en el transcurso de la historia del mundo son resultado de la acción de leyes naturales y de la selección natural.  (p. 85)

La biología en nuestros días le debe mucho a Darwin en cuanto a la comprensión de los organismos. Sólo desde Darwin podemos dar con una explicación naturalista que pone a las especies, las poblaciones y las adaptaciones en el terreno de la ciencia y en el que los procesos históricos en la vida tienen un papel importante que hace a la biología una ciencia única.

Bibliografía

Acreche, N; Carucho, G; Albeza M. ¿Desde cuándo somos humanos?, Temas de Filosofía,                                                                                                              9: 33-42.

Bowler, PJ. (1984). The history of an Idea. University California Press.

Darwin, C. (1859). El Origen de las Especies. Madrid, España. Ediciones Edaf.

Dennet, D. (1996) Darwin’s Dangerous Idea, New York, USA, Touchstone.

Eldredge, N. (2008). Experimenting with Trasmutation, Evo Edu Outreach. 2:35–54

Futuyma, D.J. (1989). Evolutionary Biology (Second edition), Sunderland, Massachussets, USA, Sinauer Associates.

Mayr, E. (1991). Una larga controversia. Darwin y el darwinismo. Barcelona, España, Editorial Crítica.

Mayr, E. (2006). Por qué es única la Biología. Buenos Aires, Argentina. Katz Editores.

Moreno J. (2010). Taxonomía adaptativa, esencialismo innato y la falsa dicotomía entre anagénesis y cladogénesis. eVOLUCIÓN 5(2): 37-41.

Sadava, D. et al (2009) Vida. La ciencia de Biología. Buenos Aires, Argentina, Editorial Médica Panamericana.

Sagan, C. (1980). Cosmos. Barcelona, España, Editorial Planeta.

Sober, E (1996). Filosofía de la Biología, Madrid, España. Alianza Editorial.

Whitehead, A. (1929). Process and reality: An essay in cosmology. Nueva York, Harper and Brothers.


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