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miércoles, 1 de julio de 2015

Ya reglamentamos la homeopatía. Faltan los hechizos y las escobas voladoras

Una brillante columna de Luis Guillermo Vélez Cabrera publicada inicialmente en La Silla Vacia.


Mediante decreto 1229 del 4 de junio 2015 el Ministerio de Salud  [de Colombia] reglamentó la distribución y venta de medicamentos homeopáticos en el territorio nacional.

Qué bueno. Tal vez ahora los funcionarios del Ministerio de Salud podrán dedicar su tiempo a reglamentar los hechizos y las escobas voladoras.

Porque suficiente tiempo le gastaron a “garantizar el acceso oportuno y la disponibilidad”, a través de “ canales de distribución…en establecimientos que cumplan condiciones sanitarias para su almacenamiento”, a lo que esencialmente es agua de la llave en goteros, vendida a gente con tanta plata como credulidad.

La homeopatía no es una ciencia, los medicamentos homeopáticos no curan (salvo por el efecto placebo) y la medicina homeopática dista poco de la sangría con sanguijuelas, la regeneración de los humores o los rezos del Indio Amazónico.

La teoría detrás de la homeopatía es en realidad bastante interesante no por su alcance científico, que como ya dijimos no tiene, sino por su aporte a la literatura mágica.

Hasta ahora la mejor descripción que he encontrado sobre este género literario está en un blog femino-escéptico español, Esceptica.org, perteneciente a la red Skepchick.

Esto es lo que dicen las chicas sobre la pseudociencia homeopática:

“El método mágico que inventó (Samuel Christian) Hahnemann para la preparación de remedios homeopáticos, que es el mismo que se emplea hoy en los modernos laboratorios homeopáticos, se llama “dinamización”, y consiste en lo siguiente: se toma una parte de la sustancia en cuestión (“tintura madre”), se diluye en 99 partes de agua y se agita enérgicamente (“sucusión”) con una serie de movimientos mecánicos muy concretos que sacuden y golpean la disolución (Hahnemann usaba su biblia nada menos para golpear el recipiente).

Se obtiene así una dilución de 1 CH (Centesimal de Hahnemann). A continuación se toma una parte de esa dilución 1 CH y se diluye en 99 partes de agua, sin olvidar el ritual de agitar y golpear con energía, obteniendo una dilución 2 CH. Cada vez que se repite este paso la dilución obtenida está 100 veces más diluida que la anterior. Una dilución 2 CH ya es una solución muy diluida. Pero el proceso sigue y sigue. Se toma una parte de la dilución 2 CH y se diluye en 99 partes de agua para obtener una 3 CH, y así sucesivamente. Un cálculo químico sencillo permite deducir que en una dilución 12 CH ya no queda una sola molécula de la sustancia original. No contentos con eso, el proceso homeopático continúa hasta 30 CH, 60 CH e incluso 100 CH.

Y no es que suene absurdo dicho así por mí. Que podéis ir a la página web de la multimillonaria multinacional homeopática Boiron y os lo cuentan igual. ¿Qué es un “medicamento” homeopático? ¡¡Agua!! Nada más”.

Yo diría que es agua diluida en agua.

Un muy reciente informe de la Cámara de los Comunes del Reino Unido (2010) exhorta al National Health Service que se abstenga de sufragar tratamientos homeopáticos y al MHRA (el INVIMA inglés) para que pare de inmediato el licenciamiento de productos homeopáticos, algo que debe tener consternada a la familia real, usuaria habitual de estas pócimas.

El informe es contundente: “Concluimos que el principio de lo-similar-cura-lo-similar es teóricamente débil…anotamos que este es el punto de vista definido por la ciencia médica”. Y sigue. “Consideramos que la noción de que la ultra-disolución puede mantener una impresión de las sustancias previamente disueltas en ellas es científicamente inverosímil”. Para finalizar diciendo que “revisiones sistemáticas y meta-análisis demuestran concluyentemente que los productos homeopáticos no funcionan mejor que los placebos”.

La razón por la cual la evidencia anecdótica sobre la bondad de los medicamentos homeopáticos es común (“le digo que funcionan”, me reclamó hace unos días una amiga que valientemente está luchando contra un cáncer) es precisamente esa: que en algunos casos funcionan, no como medicinas, sino como placebos.

No se sabe muy bien porque el efecto placebo puede ser positivo en un tratamiento, si es que efectivamente existe y lo es. Puede ser por curación espontánea, regresión a la media, fenómenos psicosomáticos, hasta una respuesta a la existencia de un “entorno de saneamiento”.

Mucha gente dirá entonces que lo importante es que funcione (así sea casualmente), sin importar cómo funciona.

El problema de este raciocinio es que puede llevar a situaciones donde se sustituyan tratamientos científicamente probados por curaciones culebreras.

Hasta ahora parece que el VIH responde a los retrovirales y no a la orinoterapia, la tuberculosis a los antibióticos y no a los cristales, y el colesterol alto a las estatinas y no a las esencias florales.

Es aún más grave cuando se destinan escasos recursos públicos del sistema de salud a financiar a los charlatanes que promueven estas curas mágicas. Preocupa, por ejemplo, que la Universidad Nacional de Colombia, el centro de estudios superiores mas representativo del país, abra una maestría en medicina alternativa para enseñar sobre el chi, subluxaciones, campos magnéticos de interferencia, puntos de Chapman y Flores de Bach. De seguir así pronto abrirán el Departamento de Astrología, la Facultad de Ciencias Ocultas y el Centro de Pensamiento Telequinético.

¿No sería mejor financiar la investigación contra el chikunguña, la leishmaniasis o la malaria? ¿Dónde están las políticas contra el embarazo adolescente, tal vez el problema de salud pública con más alto impacto social en un país en desarrollo?

El Amazing Randi, un mago verdadero dedicado a desenmascarar timadores, tiene una maravillosa conferencia en TED donde devela el fraude homeopático tomándose una dosis fatal de pastillas homeopáticas para dormir…sin que pase nada por supuesto. 

Véanla y verán por que el gobierno, en vez de legitimar la medicina de brujos, debería actuar como guardián de la ciencia y la razón.

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