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domingo, 19 de febrero de 2017

¿Por qué los ateos saben más sobre la Biblia que los religiosos?

Curiosamente la mayor parte de los ateos saben más de la Biblia que los católicos. Ha sido la lectura de sus textos, el análisis de sus contradicciones y la reflexión sobre la Biblia, lo que ha llevado a muchos a abandonar la religión.

Texto de Diego Baner, miembro de American Atheists.

Según el resultado de una reciente investigación llevada a cabo por el Grupo Barna, el número de personas escépticas y agnósticas en relación a las escrituras de la Biblia casi se ha duplicado, mientras que la gente que dice leer la Biblia ha disminuido.

Ya en el 2010 habíamos visto los resultados de una encuesta que llevó a cabo el Pew Research Center, en donde se refleja el poco conocimiento que tiene la mayoría de la gente religiosa en relación a las escrituras bíblicas. Los resultados de dicho estudio dieron al segmento ateo como el más conocedor y al segmento de católicos hispanos como el menos conocedor.

Sobre un total de 32 preguntas los ateos y agnósticos tuvieron un resultado de 20.9, mientras que los católicos hispanos tuvieron un pobre resultado de tan solo 11.6. Participaron en esta encuesta también personas de la religión judía (quienes salieron en segundo lugar luego de los ateos) y de todas la ramas del Cristianismo (Evangelistas, Mormones y Protestantes).

¿Se sorprende? Si usted es una persona creyente, le tengo una pregunta muy simple para formularle: ¿por qué usted cree en la Biblia si nunca se tomó la molestia de leerla completa?

Es una pregunta simple pero pareciera ser que la respuesta no es tan sencilla, aunque tengo curiosidad por saber qué piensa al respecto. Los estudios realizados en los últimos años, incluyendo los dos que mencioné anteriormente, demuestran que la gente que menos cree es la que posee una educación superior universitaria.


Es decir que podríamos decir que cuánto más uno sabe menos cree. Usted me dirá “pero yo conozco a un doctor que es religioso.” Por supuesto. No es esta una generalización, pero se da en la gran mayoría de los casos.

El viejo dicho “hay que ver para creer” no pareciera ser aplicado cuando hablamos sobre temas religiosos. Otro de los resultados de estos estudios nos demuestra que la gente de mayor edad es la que más cree, y la gente más joven (entre 18 y 29 años) es la que menos cree.

¿Podríamos entonces decir que es un asunto generacional? En parte sí, y tiene que ver con el acceso a la información que las nuevas generaciones tienen, frente a las viejas generaciones. Es seguramente difícil imaginar para mucha gente joven, que una persona de más de 50 años pasó su infancia y gran parte de su adolescencia sin haber conocido que cosa era la Internet, la TV a color, un fax o un teléfono celular.

Seguramente si toda esta tecnología y acceso a la información hubiera existido durante los años que se fundaron las religiones, las mismas no hubieran prosperado. Pero para llegar a la respuesta de por qué la gente cree en aquello que no lee, no necesitamos un software especial ni una computadora sofisticada, sino el uso de la razón y el sentido común.

Y para ello es necesario formular una pregunta fundamental: ¿por qué usted cree en Dios? Es una pregunta difícil y complicada. No va a encontrar la respuesta en la superficie sino en la profundidad. No me conteste “porque soy Cristiano”.

Esa respuesta es infantil y no posee ningún contenido explicatorio. Si su respuesta es “porque creo en la Biblia”, usted mismo se está engañando si nunca la leyó completa. Un sacerdote dominico-francés llamado Roland de Vaux, que fue un prestigioso arqueólogo e historiador, dirigió el equipo católico que inicialmente trabajó sobre los Rollos del Mar Muerto.

Al no encontrar evidencia sobre muchas de las escrituras dijo: “Si la fe histórica de Israel no tiene sus raíces en la historia, entonces es errónea y lo mismo ocurre con nuestra fe.”

Recordemos que el Nuevo Testamento está basado en el Antiguo Testamento. Tomemos por ejemplo el caso de la Madre Teresa de Calcuta, quien fue perdiendo su fe y su fe en Dios a lo largo de sus últimos años de vida.

En una carta remitida al reverendo Michael van der Peet tres meses antes de recibir un reconocimiento internacional, Teresa confesaba a su amigo: “Jesús tiene un fuerte amor por ti. ¿Pero por mí? Los silencios son demasiados. Miro y no veo. Escucho y no oigo. Te pido que reces por mí.

Ruégale que me eche una mano”. En otra de las misivas ante un problema personal afirma que “en mi propia alma siento un dolor terrible por esta pérdida. Siento que Dios no me quiere, que Dios no es Dios, y que él verdaderamente no existe.”

A Mark Twain, quien no tenía grandes simpatías por las religiones organizadas, se le atribuye la siguiente frase: “La cura para el Cristianismo es leer la Biblia”. Si bien esta frase es muy provocadora, contiene una gran verdad.

¿Cómo usted puede justificar creer en algo si nunca lo ha leído? Usted dirá “bueno... es que mis padres me dijeron que es así... y cuando fui a la escuela me enseñaron que era así...” Pero yo le estoy preguntando por qué cree. No le estoy preguntando quién le hizo creer.

Recuerdo la primera vez que decidí leer la Biblia completa, tuve una sensación extraña; cuando la abrí me dije: “ahora vamos a ver de que se trata todo esto.” Al terminar las dos primeras páginas de Génesis, me puse a pensar cómo hizo Dios para crear la luz en el primer día si el sol lo creó en el cuarto día y por qué dice que creó dos grandes luces - la luz más grande para gobernar durante el día, y la luz menor para gobernar durante la noche.

Evidentemente la Biblia se equivoca, porque la luna no tiene luz propia, sino que refleja la que recibe del sol. Y seguí leyendo la Biblia tomando nota sobre todos aquellos versículos que contenían errores y contradicciones.

Cuando llegué al libro del Éxodo, mi escepticismo no hizo más que seguir aumentando, sobre todo al leer el versículo 11 del capítulo 18, el cual reconoce la existencia de otros dioses”. Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los dioses; porque en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra ellos.”

Más de un lector estará pensando: “bueno, pero entonces es mejor no saber...porque si sé me da miedo.” El problema no es saber, el problema es el miedo a saber. Sin embargo aquellos que saben más pueden ver al mundo que los rodea con una mente mucho más abierta, con menos prejuicios y más libertad.

Un día le pregunté a un amigo mío que es muy católico y muy creyente, si él abandonaría su fe católica en caso que se probara que en realidad su creencia no es más que un invento de seres humanos y el contenido es mayormente falso. Su respuesta fue: no.

Tuve ganas de preguntarle por qué seguiría creyendo, pero preferí en aquel momento abandonar el tema ya que veía que su cara se iba transformando y su color también.

¿Por qué la gente religiosa se ofende si uno les cuestiona sus creencias con fundamentos válidos y manteniendo una actitud respetuosa? ¿No es ésta una debilidad de casi todas las religiones? ¿No es la inseguridad y el miedo las que disparan las reacciones violentas?

Cuando Galileo Galilei afirmó el sistema Copernicano diciendo que la Tierra giraba alrededor del Sol, fue la Iglesia Católica quien se opuso firmemente a esta teoría, y fue llevado a juicio por la Inquisición acusado de hereje y fue condenado a vivir bajo arresto domiciliario durante los últimos años de su vida. Pero Galileo tuvo razón. La curiosidad y el saber son una virtud y no merecen ser condenados por nadie sino todo lo contrario.

Entonces, ¿por qué no lee la Biblia completa?

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