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sábado, 9 de diciembre de 2017

Laicidad, Laicismo y otros demonios

La necesidad de laicidad en los estados es hoy en día, más apremiante que nunca. Muchos fundamentalistas evangélicos desean acabar con la separación entre el Estado e lglesias.

En el siguiente texto de Luis Muñoz Fernández se recuerda la importancia histórica de mantener la religión fuera de la esfera estatal con especial mención a México.

#RespetoAlEstadoLaico

#EstadoLaicoYa



Texto de Luís Muñoz Fernández.

La democracia es una obra en construcción. Y en México es prácticamente una recién llegada, así que toda la preocupación que los ciudadanos podemos tener sobre su crecimiento, desarrollo y salud es siempre bienvenida. Además,  a juzgar por los acontecimientos del presente y del pasado reciente no se trata de una preocupación vana. Tenemos motivos sobrados para el desasosiego.

 Aunque algunos han negado la inutilidad de la historia como ejemplo a tomar en cuenta a la hora de vivir el presente y planear el futuro, no cabe duda de que su conocimiento puede servirnos como vacuna ante las graves tentaciones de quienes buscan una y otra vez llevarnos a un pasado autoritario en el que el temor a los poderes de este mundo o del venidero marcaban la vida de quienes, desvalidos vivían sometidos a su arbitrio.

Conviene que no olvidemos lo que nos dice Fernando Savater.  En 1791, poco después de que la Asamblea Nacional proclamase en Francia la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), el Papa Pío VI publicó en su encíclica Quod aliquantum que "no se puede imaginar tontería mayor que tener a todos los hombres por iguales y libres". Y en 1832 Gregorio XVI confirmaba lo dicho por su antecesor en la encíclica Mirari vos, reivindicando qué tal cosa como "la libertad de conciencia" era un error "venenosísimo". Tendría que pasar más de un siglo para que Pablo VI conociese en su decreto Dignitatis humanae personae la libertad de conciencia como una dimensión de la persona contra la cual no vale ni la razón de estado ni la razón de la iglesia.  Reconocimiento del que todavía algunos parecen no haberse enterado.

Lo mismo que para el citado filósofo español como para quienes saben del té tema, el laicismo no sólo no es una actitud antirreligiosa sino estrictamente evangélica: Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César . Laicidad o laicismo  (aunque algunos se empeñan en distinguirlos, dándole al segundo un mátiz de intransigencia contra la religión) significa, en pocas palabras, resguardar las instituciones y leyes civiles de la férula religiosa. En una sociedad laica a nadie se le puede imponer practicar una religión (o no practicarla) ni a nadie se le puede imponer ninguna. La religión es un derecho y cada cual pero no es un deber de nadie, ni de la comunidad.

No está de más recordar lo que dice el Artículo tercero del título primero de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público: "El Estado mexicano es laico. El mismo ejercerá su autoridad sobre toda manifestación religiosa, individual o colectiva, sólo en lo relativo a la observancia de la Constitución, Tratados Internacionales ratificados por México y demás legislación aplicable y la tutela de derechos de terceros".

Volvamos a Francia. El país con la mayor tradición laicista en todo el mundo. Que los funcionarios públicos sean los primeros en distinguir entre sus creencias personales y el ejercicio de sus funciones, lo entendería muy bien Valéry Giscard d?Estaign cuando fue presidente de aquel país.

"Yo soy católico, le dije [al Papa Juan Pablo II, durante la entrevista a realizar el Vaticano] pero soy el presidente de la república un Estado laico. No puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos [...] sino más bien lo que tengo que hacer es velar porque la ley se corresponda con el estado real de la sociedad francesa, para que pueda ser respeta y aplicada. Comprendo desde luego el punto de vista de la Iglesia Católica y, como cristiano, lo comparto. Juzgo legítimo que la Iglesia Católica pida a aquellos que practican su fe que respeten ciertas prohibiciones. Pero no es la ley civil la que puede imponerlas con sanciones penales, al conjunto del cuerpo social. [...] Como católico estoy en contra del aborto; como presidente los franceses considero necesaria su despenalización".

Termina Savater: "El laicismo no es una opción institucional entre otras: es tan inseparable la democracia como el sufragio universal".

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