El 16 de septiembre es el aniversario de la nefasta “Noche de los lápices”, esa infame serie de secuestros, torturas y desapariciones de 10 estudiantes de secundaria en 1976 durante la dictadura en Argentina. Lamentablemente muchos de los hechos de las dictaduras del Cono Sur estuvieron amparados por altos miembros del
clero de la Iglesia católica. Con seguridad, pensaban ellos, era mejor bendecir estos excesos que permitir el avance del satánico comunismo.
Más recientemente, talibanes han atacado a niñas con ácido como castigo por ir a estudiar. Para ellos, los guardianes y promotores de la sharia (ley islámica) en Afganistán, el lugar de las mujeres es en la casa y la escuela solo las ensalza para seguir profesiones liberales y no ser sumisas a sus esposos como lo dicta el Corán. Al parecer la religión no siempre promueve la bondad.
Muchos en este momento podrán objetar que lo que hagan los clérigos no empaña a todos los creyentes, o que un “verdadero” cristiano o un “verdadero” musulmán no dañarían a su prójimo. Otros podrán decir que este autor solo busca desacreditar la religión cuando ésta ha hecho muchas cosas buenas: colectas, brigadas de salud, cobertura educativa, asistencia a damnificados, etc. Pero lo que deseo analizar no es si las religiones han hecho cosas buenas, sino si sólo se puede ser bueno gracias a la religión o lo que llaman “el temor a Dios” y si la moralidad solo puede derivar de una divinidad.
Fue Iván Karamazov, personaje de “Los hermanos Karamazov”, novela de Fiodor Dostoievsky, quien diría: “Sin dios todo está permitido”. Esta frase sintetiza la tesis que sostiene que los valores morales derivan su legitimación última de Dios, o dicho de otra manera que Dios es la base o el fundamento de los preceptos morales y jurídicos. Esta tesis da pie a muchos religiosos para llevar la moral religiosa a la esfera de lo político. Bajo este paraguas teórico es que el concejal de Bogotá y pastor evangélico Marco Fidel Ramírez - y otros pastores venidos a la política- se guarecen para decir que su cruzada contra el matrimonio igualitario, la eutanasia y el aborto la realizan para “rescatar” la moral del país.
Pero hay una objeción importante a esta tesis. El dios judeocristiano (porque no me imagino que el pastor Marco Fidel Ramírez tenga en mente a Nemqueteba o a Horus) que sería el autor de las normas morales, lamentablemente no se ha aparecido para darlas a conocer personalmente. No tenemos noticia que este dios se haya presentado ante la asamblea de las Naciones Unidas para decir lo que piensa sobre la eutanasia, el aborto, la homosexualidad, el consumo de marihuana o la pena de muerte.
Dirán los creyentes que ya lo hizo en el Sinaí cuando entrego el decálogo a Moisés. Pero de ello no hay evidencias ni comprobación independiente, además que este decálogo no resuelve asuntos complejos. El mandamiento dice “No matarás” (Éxodo 20:13). Pero, ¿Qué hacer si matando a un francotirador se salvase la vida de muchos inocentes? La eutanasia en un labrador con cáncer terminal se considera un acto de bondad ¿Por qué no en el caso de un ser humano, si es una petición voluntaria y conlleva a disminuir el sufrimiento humano? ¿El “no matarás” se debe aplicar al labrador anteriormente mencionado?
Sin duda el decálogo se queda corto.
El panorama se hace peor al pasar del capítulo 20 del Éxodo, que contiene los diez mandamientos, al número 21. Este capítulo reglamenta la esclavitud. El dios de la Biblia olvidó prohibir la esclavitud, pero la Biblia contiene varios textos que la reglamentan. Incluso Pablo, el propagador del cristianismo aconseja “a los esclavos a someterse en todo a sus amos, a procurar agradarles y a no ser respondones” (Tito 2:9). Al parecer la Biblia no es de mucha ayuda para establecer una moral inequívoca y sólida.
El Corán no es mucho mejor. Incluso de seguirse al pie de la letra generaría machismo, homofobia, antisemitismo y persecución para los que no se sometan al islam. Los derechos humanos y la sharia son como el agua y el aceite.
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Marcha evangélica en Temuco, Chile para oponerse a campañas en contra de la homofobia en buses de transporte público. Nótese que se recurre al argumento de la moral. Fotografía del 19 de junio de 2010. Publicada en Magazine. |
Para sospecha de muchos escépticos el tan mencionado autor de la moralidad sigue sin presentarse y los que dicen seguir unas normas morales basados en textos sagrados ni siquiera se ponen de acuerdo entre ellos. Para los cristianos no es bueno tener más de una esposa, pero para los musulmanes la monogamia no es una obligación; una transfusión de sangre es inmoral para un testigo de Jehová pero no para un católico; trabajar en sábado es malo para un judío o un adventista, pero no para un mormón o un bautista; los luteranos de Escandinavia no condenan la homosexualidad, pero los evangélicos sí; los adventistas estarían de acuerdo en permitir un aborto en caso de una grave malformación fetal pero los católicos no, ¿Dónde está esa moral objetiva que dicen poseer?
Pero, si la moral no viene de un dios ¿de dónde viene nuestro sentido de lo bueno, lo correcto y lo malo? Los ateos y agnósticos volteamos nuestras miradas a la evolución biológica. Esto sin duda espantará a muchos fundamentalistas evangélicos. Abraham Salazar, un creacionista bautista se lamentaba diciendo: “Si Dios no creó al hombre y el hombre salió solo al azar, y es la forma más avanzada de la naturaleza, el hombre no tiene responsabilidad moral ni legal ninguna con Dios; es autor de sus propias ideas, no hay valores absolutos, todo es relativo, todo se basa en lo que cada cual desea para su placer y gozo.”
Cierto que no hay responsabilidad con dios alguno. Pero eso no significa que el asesinato, la violación o el robo deban considerarse como buenos. Los valores tampoco pueden ser objetivos, porque eso implicaría que existen por fuera de la mente y sin duda los valores solo existen cuando son pensados. Eso no significa que no existan. Los valores son, como dice Adela cortina, cualidades que nos permiten acondicionar el mundo, hacerlo habitable. Entonces, la bondad, la amabilidad, el respeto, la responsabilidad y la honestidad no se hacen necesarias porque así lo dictaminó Nemqueteba o Jesús, sino porque nos permiten vivir mejor como sociedad.
Varias observaciones en campo y experimentos controlados con primates no humanos han demostrado que la reciprocidad y justicia, por un lado y la empatía y compasión por el otro, están presentes en el comportamiento social de estos. Estas cualidades desarrolladas en una vida social son la base de la evolución moral de los humanos.
Un cerebro con patrones de acción fijos, como el de una rana, poco puede reflexionar sobre la justicia o la bondad. Solo con la evolución de cerebros con comportamiento flexible se hizo posible el “ponerse en los zapatos del otro”, es decir, tener empatía. Esa habilidad cerebral, aparecida en los sociables monos y simios que nos antecedieron es la base evolutiva de nuestra moralidad.
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"Los chimpancés son generosos por naturaleza, sobre todo si sus compañeros se comportan de forma tranquila y son pacientes."
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Así pues, el ser bueno ya no depende de creer o no creer en un dios o un libro revelado. Un ciudadano puede ser bueno sin deidad alguna. Se es bueno por amor a la bondad y la compasión frente al prójimo. Sospecho que hay más problemas con la idea de que las normas morales derivan de un libro supuestamente revelado. Esto último ha llevado a ayudar a las viudas y los huérfanos, pero también a defender en el pasado la esclavitud y hoy en día a mantener la homofobia y el machismo.
Los temas candentes sobre moralidad de nuestros días (aborto, eutanasia, derechos de la comunidad LGBTI, etc.) no se resolverán invocando libros supuestamente revelados. Nos corresponde una profunda reflexión filosófica como sociedad y entender que en una sociedad democrática nos debe amparar una moral civil y no una moral confesional. Y tal como nuestra herencia evolutiva primate nos conmina, debe ser la empatía – y no un dogma – lo que nos guié en nuestras reflexiones morales.