De acuerdo con un nuevo estudio, estas moscas no siempre se dejan llevar por las señales sociales y las normas a la hora de poner sus huevos.
Glenys Álvarez
¿Conoces a Drosophila melanogaster? Probablemente sí. Es ese diminuto insecto que se acumula alrededor de frutas podridas, algunos les llaman moscas del vinagre, mimes y, apropiadamente, moscas de la fruta. Son bastantes pequeños, unos 2.5 milímetros, y molestosos cuando están a tu alrededor, sin embargo, por más de un siglo, Drosophila ha sido el insecto más estudiado en la biología y la genética. Es un modelo en la investigación y parte de ello se debe a que ha sido ya tan estudiada y se conoce tan bien que su uso facilita la investigación; por otro lado, es un animal pequeño, su ciclo de vida es corto (dos semanas) y hay muchos, pero muchos de ellos. No sólo eso, ya conocemos su genoma completo, lo cual tiene mucho valor en el estudio de varias ramas científicas, es barato y existen moscas modificadas genéticamente para el estudio de tu condición en particular.
Definitivamente, es un insecto sumamente popular entre científicos y se continúa utilizando para las más variadas investigaciones.
Ahora, nuevos resultados nos hablan del mundo social de estos insectos. Aparentemente, estas moscas aprenden de otras en el grupo dónde poner sus huevos para aumentar la supervivencia de la cría; sin embargo, no siempre es así. El equipo liderado por Marina Battesti de la Université Paris-Sud en Francia, ha estudiado esta conducta social en las moscas usando varios grupos. El objetivo era elegir el lugar donde crecerán sus crías, algo sumamente importante en el desarrollo y la supervivencia de las generaciones futuras de las moscas.
Las preguntas principales eran: ¿cómo lo aprenden?, ¿lo observan de las demás o existen señales genética particulares que ayudan?
Como todo, las opciones que tienen los insectos no están fijadas de forma estricta sino que existen influencias directas de tres aspectos: el medio ambiente, la genética y el contexto social. Por ejemplo, la investigadora Battesti ya había mostrado en otras investigaciones cómo los grupos sociales tienen mucha influencia en dónde hembras inexpertas ponen sus huevos y que este comportamiento era transmitido dentro de los grupos. Interesantemente, existe un porcentaje de moscas que se guía más de señales genéticas o personales que de la norma. Pero eso no es lo común... no siempre.
“Lo que hicimos para observar este comportamiento fue comenzar con moscas inexpertas, dejarlas que eligieran entre un ambiente con sabor a banana y otro con sabor a fresa, para poner sus huevos. Dentro de estos grupos pusimos a otras moscas expertas que ya habían sido enseñadas a preferir uno de estos ambientes y observamos si las moscas inexpertas seguían lo que las demás moscas hacían o si preferían usar sus predilecciones particulares”, expresó la investigadora.
Los resultados mostraron que el contexto social es muy importante con estos insectos. Las moscas inexpertas que observaron a las expertas poner sus huevos adquirieron una preferencia por las bananas cuando al menos el 25 por ciento de las expertas preferían esta fruta; sin embargo, adquirían preferencias por el ambiente con sabor a fresa sólo cuando todas las expertas lo preferían también.
“Esto demuestra que incluso la presencia de una pequeña proporción de individuos capacitados para poner sus huevos en el ambiente con sabor a banana, era suficiente para inducir una preferencia sesgada a esta fruta tropical. Las preferencias de las moscas de observación son, por tanto, muy sensibles a la composición social del grupo manifestante, pero no siempre”, escribieron los científicos.
Precisamente, son estas conductas sociales en organismos simples las que a muchos investigadores les gusta seguir, no sólo por el estudio del complejo mecanismo que gobierna el comportamiento de los animales, sino porque avanza la aplicación de este conocimiento en áreas de beneficio para la salud humana. De hecho, los estudios en las Drosophilas le ganaron un Premio Nobel en Medicina a Ed Lewis, Christiane Nüsslein-Volhard y Eric Wieschaus en 1995, por sus estudios sobre el control genético en el desarrollo temprano del embrión.
“La toma individual de decisiones es el resultado de interacciones complejas entre diferentes fuentes de información social y personal, en respuesta a variaciones en el medio ambiente”, expresó Battesti.
Así es, imagina la complejidad de ese mismo mecanismo en el humano, con todas las variables dentro y fuera de ti. ¡Impresionante!
Publicado en el diario “Springer: Behavioral Ecology and Sociobiology”: http://www.springer.com/life+sciences/behavioural/journal/265
Imagen de Martin Helmstädter.
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