Tras la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en México D.F. las reacciones de la Iglesia Católica no se hicieron esperar. Fue el Cardenal de la Ciudad de México, Norberto Rivera Carrera quien despachó su inquisidora diatriva contra la progresista norma.
En palabras del pupurado: "la Iglesia considera una aberración equiparar las uniones entre personas del mismo sexo con el matrimonio"
¿Las razones? Su cerrada mirada a que la finalidad del matrimonio es la procreación: "Los actos homosexuales, en efecto, ‘cierran el acto sexual al don de la vida".
(Invitamos a nuestros lectores a leer el ensayo: "La óptica católica sobre la homosexualidad" publicado en Sindioses.org)
La arrogancia del ensotanado va más lejos aún: "Los actos homosexuales...no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual". Ahora el sacerdote, dictamina quien se puede enamorar de quien, quien puede sentirse atraido por que persona, y sataniza lo que no está en su opinión.
Alega el cardenal que su intención es proteger a los niños y niñas mexicanos que pueden ser adoptados por parejas de lesbianas o gays unidos en matrimonio, pero en realida les preocupa que los niños de las nuevas generaciones vean que una buena familia no unicamente es la tradicional heterosexual. Noten lo que el purpurado dijo: "Nuestros niños y jóvenes corren un gravísimo riesgo al ver como normales este tipo de uniones, y pueden entender equívocamente que las diferencias sexuales son un simple tipo de personalidad, dejando así de apreciar la dualidad de la sexualidad humana, que es condición de la procreación y, por tanto, de la conservación y desarrollo de la humanidad".
Si un niño adoptado por una pareja de lesbianas, recibe amor, respeto, educación y cuidados. Sin duda crecerá sintiéndose amado y agradecerá el amor dado por sus mamás, y verá como cizañeras y discriminatorias las doctrinas de la Iglesia sobre el matrimonio. Esto es lo que temen los clérigos, ver perder su influencia en el futuro. De crecer estos niños con "traumas insuperables" la ICAR ganaría con el tiempo, pues este les daría la razón.
Pero la perla de la declaración del cardenal fue: "El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural"
Señor Rivera, aquí se está hablando de matrimonio civil. Una institución del estado es una institución laica, y por lo tanto su frase de que el matrimonio es "santo" reservela para su superstición católica. El Estado debe velar por los derechos de todos los ciudadanos. Y es claro que no todos los ciudadanos mexicanos son católicos, ni todos son heterosexuales.
Y en cuanto a la "ley natural" me gustaría que dijera en donde la puedo encontrar. ¿Quizás inscrita en un cromosoma, o es deducible matemáticamente como la gravedad? ¿O por el contrario es tan solo una frase repetida hasta la saciedad para hacer prevalecer su milenaria homofobia?
Ya es hora que la Iglesia saque sus rosarios de la cama de los ciudadanos. Las personas homosexuales no son ciudadanos de segunda clase y deben tener los mismos derechos, en la protección de su unión que las personas heterosexuales. Con leyes como las que ha tomado la capital mexicana, no se está destruyendo la familia tradicional -que sin duda seguirá existiendo, y seguirá siendo mayoritaria- solo se está dando igual trato a una minoría, que por siglos ha sido discriminada y estigmatizada.
El cardenal ha calificado el matrimonio entre personas del mismo sexo como "aberrante". Permitanme decirles para mi lo que es aberrante. Creo que es verdaderamente aberrante es que personajes como el Cardenal Norberto Rivera Carrera encubran pederastas, como al padre Nicolás Aguilar Rivera, acusado de violar 60 niños en México, y 26 en Los Ángeles. Aberrante que la Iglesia Católica Mexicana encubriera al gran pederasta Marcial Maciel, y a otros muchos, en lugar de entregarlos a la justicia para que paguen.
Aberrante es que El Vaticano sepa de todos estos escándalos que van de Los Ángeles a Dublín, de Canadá a la Patagonia, y guarde silencio, o que cuando hable diga que "le duele", pero no entregue a nadie de los suyos a la justicia. Aberrante es que Benedicto XVI este 19 de diciembre haya abierto camino a la beatificación de Pío XII, el cual fue el Papa que firmó acuerdos con Hitler, que sabía del holocausto nazi y que igual como el Cardenal Norberto Rivera, guardara cómplice silencio, porque Pio XII esperaba que Hitler fuera tras la comunista Rusia y la venciera.
Todo este silencio cómplice que ha matado, violado, despojado y herido, con la bendición de la ICAR, es en realidad, y no el disfrute de las libertades civiles según la orientación sexual de cada quien, una verdadera aberración.
¿Y usted qué opina?
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