Interesante columna de opinión de Daniel Villaveces publicado en el diario colombiano El Tiempo:
Algo está podrido en el mundo
Se vienen publicando artículos y entrevistas sobre el escalofriante tema de la pederastia y la Iglesia Católica. Los devotos hablan de persecución contra la Iglesia, y los atrevidos señalan el impacto negativo que tiene el escándalo sobre ella. Pareciera que la Iglesia está por encima del bien y del mal -y de la ley- al considerar que llamar criminal a un sacerdote -y menos, encarcelarlo- está fuera de cuestión. En muy pocos casos se menciona a las verdaderas víctimas de esta tragedia: los niños.
En Colombia, un clérigo puede decir cualquier cosa sin escandalizar a nadie. Por ejemplo, el sacerdote Alfonso Llano subtitula una columna: 'Los antipedófilos, al banquillo'. Todavía me estremece leerlo. Si seguimos así, mañana estaremos llamando al banquillo a los antiladrones y a los antiasesinos. En esa columna, la mejor excusa que ofrece el señor Llano a los casos de pederastia en la Iglesia es que la mayoría ocurrieron hace 20 o 30 años; pero los católicos aún guardan rencor por un hombre que presuntamente fue crucificado hace casi 2.000 años. Después nos advierten sobre relativismo moral.
Para rematar, el cardenal Darío Castrillón aplaude a un sacerdote por encubrir a un criminal y tiene la impudicia de excusarse diciendo que él se mueve en "categorías teológicas que la gente no entiende", que nosotros somos ignorantes al preguntarnos cómo puede ser posible que la Iglesia oculte semejantes crímenes. Y somos los ciudadanos comunes, que no nos movemos en dichas "categorías teológicas", quienes desarrollamos un "puritanismo excesivo" frente a la violación de niños inocentes e indefensos.
La podredumbre de la Iglesia no para ahí. El actual papa, Joseph Ratzinger, cuando estuvo a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitió una carta confidencial a los obispos en la que les recordaba la gravedad de "cierto crimen". El crimen consistía en reportar los casos de violación. Determinó que estos casos debían ser investigados solo bajo la jurisdicción de la Iglesia, que abarca desde que el niño cumple los 18 años de edad y hasta 10 años más. Esto explica por qué apenas hasta ahora salen a la luz casos de violaciones ocurridos hace 20 o 30 años. Resulta curioso que la Iglesia haya decidido no importunar a las autoridades civiles con sus casos de pederastia, con el argumento de que no entendemos sus categorías teológicas. Si fuera consecuente, no debería entrometerse en normas sobre natalidad, aborto, educación y demás temas terrenales.
La religión crea un velo que distorsiona la realidad. Ya vemos cómo la religión promueve, con sus prácticas, que ciertas personas hagan cosas malas. El físico Steven Weinberg dijo que con religión o sin ella habría gente buena haciendo el bien y gente mala haciendo el mal; pero para que la gente buena haga cosas malas, se necesita la religión. Para evitar las malas acciones no se necesita religión, sino ética, es decir, practicar un saber vivir que nos permita discernir entre lo que estaría bien hacer, lo que no se debería hacer y lo que no se puede hacer a cualquier precio.
Es momento de abrir los ojos, reconocer que la religión y la Iglesia no siempre se asocian con el bien. La Iglesia Católica lo ha demostrado en innumerables ocasiones, pero no lo hemos visto -o querido ver- por el velo que se nos ha impuesto en los ojos, nunca cuestionado. Es hora de educar en una ética enmarcada dentro de la ley civil, que enseñe a fijarse bien en lo que hacemos, en procurar acertar con nuestras elecciones y a asumir las consecuencias de nuestras equivocaciones, independientemente de la tutela de autoridades religiosas tan cuestionables. Es hora de analizar objetivamente si las enseñanzas de la Iglesia Católica son tan benéficas como dicen serlo o si, por el contrario, merecen ser olvidadas como una parte desafortunada de nuestra historia.
¿Y usted qué opina?
Si el cardenal Darío Castrillón se excusa diciendo que él se mueve en "categorías teológicas que la gente no entiende", es por que es verdad, no entendemos como puede vivir sin remordimientos. Debe ser por que la gente de la que habla se mueve en categorías legales, éticas y humanas que él no entiende. Y es de esperar este desprecio por la legalidad, si consideramos que el clero no hace sino defender la política retrógrada de una nación extrangera como es el Vaticano, por sobre cualquier derecho o garantía de cualquier ciudadano (niños en este caso) del país en donde viven.
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